«¿Una web? ¿Para qué voy a necesitar yo una página web, teniendo redes sociales?». Pues lamento decírtelo. Sí. Necesitas una web.
Hay segmentos de mercado en los que existe una tendencia a pensar que las redes sociales, como grandes focos de atención del mundo digital actual, deben centralizar todo el contenido de calidad de una marca, producto, organización o empresa. En muchas ocasiones, resulta muy complicado explicar —tanto a cualquiera que le interese el tema en sí como a los clientes que se interesan por construir una marca o iniciar un negocio online— que el razonamiento es equivocado.
Hay profesionales o empresas que piensan: «¿Una web? ¿Para qué voy a necesitar yo una web, teniendo redes sociales?». Por un lado, si nos detenemos a examinarlo, podríamos estar ante una complicada encrucijada. Las redes son, por un lado, más accesibles en cuanto a creación de contenido propiamente dicho, acceso, gestión de perfiles, añadiendo, además, conceptos que hoy en día se aprecian mucho, como la gratuidad o el engagement (el poder de los likes). Y, por otro, son, en ocasiones, más directas, puesto que la interacción, el contacto con nuestro potencial cliente se da, de alguna manera, imitando el estilo «real»: el contacto con otra persona en la barra de un bar, la interacción con alguien tras el mostrador de una oficina, el encuentro con un amigo de toda la vida por una calle cualquiera en un tarde cualquiera. Dista mucho, sin embargo, de ser así en realidad.
¿Por qué entonces el razonamiento de otorgarle prioridad a las redes sociales es equivocado? ¿Por qué es un error pensar que, focalizando nuestro esfuerzo en las redes sociales llegaremos a más gente, venderemos mejor nuestro producto, o diseñaremos una imagen de marca más potente? Porque es, posiblemente, lo mejor desde el punto de vista de la comodidad. Pero… ¿es la comodidad un factor que deberíamos tener en cuenta a la hora de situarnos con firmeza y profesionalidad a la cabeza de nuestro producto o servicio? ¿O es, simplemente, una causa-efecto de la estandarización de valores sociales, o la consecuencia lógica de una sociedad que quiere llegar a la meta sin pasar por las diferentes etapas que conforman el recorrido?
SEO, SEO…
Si nos metemos en faena en términos filosóficos, el asunto se complica una barbaridad. No nos engañemos. Porque, por añadidura, no hay nada más opinable y nada más abierto a tendencias, modas, vaivenes y devenires que el sector tecnológico. Lo que hoy existe y usa todo el mundo —literalmente— mañana, sin más, puede pasar al ostracismo con una facilidad pasmosa. Cabría recordar, sin ir más lejos, la desaparición de redes sociales o plataformas que, siendo en su día de uso masivo, hoy han desaparecido del mapa (de manera figurada en algunos casos, e incluso literal en otros). ¿Nos acordamos de Tuenti, MySpace, Vine, Fotolog…?
Llegados a este punto, no debemos esperar más para introducir el concepto que hace que todo cambie, que se derrumben los castillos de naipes, y que los razonamientos sugeridos en el primer párrafo puedan ponerse en duda. Entra en escena un concepto que lo cambia todo: el SEO.
El SEO (Search Engine Optimization, traducido al castellano como Optimización para Motores de Búsqueda) podría definirse, nada más y nada menos, como aquellas estrategias y técnicas de optimización que permiten que una página web aparezca en un buscador de manera orgánica (la búsqueda orgánica son los resultados que aparecen en un buscador de manera natural, sin influencia de publicidad). Y como no es necesario meterse en harina técnica, que ya hay suficiente contenido a golpe de click explicando todo esto perfectamente en la red de redes, me quedo en lo sencillo y en lo que a mí y a mi trabajo concierne. El SEO permite que un diseñador y desarrollador web freelance como yo pueda decirle a un cliente, con total y absoluta impunidad:
—Sí, Enrique. Te hace falta una web para tu despacho de abogados. Porque si no tienes una web, el despacho de la calle de al lado sí que la tendrá. Y llegará a más gente. Y tú no. Y aparecerá en Google, y de los primeros. Y tú no. Y cuando alguien se lleve la mano a su chaqueta, saque su smartphone de última generación por quincuagésimo sexta vez esta mañana, y abra Google para buscar «Abogados en Peleas de Arriba y Peleas de Abajo, provincia de Zamora», aparecerá el despacho de la calle de al lado. Y el tuyo no. Y tu despacho seguirá perdiendo popularidad, perdiendo posibilidades de negocio y perdiendo clientes, potenciales y reales. ¿Queda claro, Enrique?
El SEO y las redes sociales no se excluyen. El SEO y las redes sociales se complementan. Y aquí ahondamos, de nuevo, en un concepto crucial, que hemos de comprender. Las redes sociales son lugares en Internet que no pertenecen a nuestra marca, que no dependen de ella, ni de nosotros mismos ni de nuestro contenido, que funcionan, generalmente, mediante modas y tendencias, y que, si un día desaparecen, con toda probabilidad su contenido desaparecerá con ellas. Tan sencillo como esto. Solo por esto ya deberíamos empezar a valorar enormemente el tener una web propia, que focalice nuestras ideas, nuestros productos o servicios y nuestra identidad.
Tu web es tu todo. Ver, comprender, asumir y actuar.
Tu web es el sitio en el que almacenas, concentras y organizas toda la información de tu empresa, tu marca o tu producto. Tu web es tu nave nodriza. Tu cuartel general. Tu punto de partida. Te permite canalizarlo y centralizarlo todo. Absolutamente todo. Tu negocio, tu clientela, tu información, tus posibilidades, tus ideas, tus productos, tu marca. Todo. Debes verlo, comprenderlo y asumirlo como tu centro de mando. Y que, de ahí, parta todo lo demás para actuar en consonancia a todo lo que buscas para tu marca y tu negocio.
Y, por si te lo preguntas, ¿cuáles son las ventajas de tener un sitio web? Muchas. Podríamos enumerar decenas. Pero, resumiendo, me voy a quedar con estas escuetas cinco frases que, creo, lo sintetizan a la perfección:
- Los buscadores priorizan tu web —digamos, la web «oficial» del producto o servicio— sobre cualquier otro lugar en Internet.
- Permites a tu público, o a tu clientela, un punto de encuentro unificado. Creas comunidad (en este caso, lo que se conoce en marketing como comunidad de marca, o brand community).
- Vendes tu producto o tu servicio sin cesiones ni intermediarios. No hay trabas ni medios caminos. Tu negocio → tu producto → tus clientes.
- Tu sitio web es único. O, al menos, si has confiado en quien pueda hacer de él algo especial, puede llegar a serlo.
- Es tu sello de identidad.
No lo dudes ni un segundo, tenlo claro: necesitas una web.
Y eso, webCBZ lo sabe. Y quiero ayudarte a conseguir tu sitio web ideal.