Cuánto cuesta una página web profesional y por qué la opción más barata suele salir cara

Cuando una persona emprendedora o dueña de un pequeño negocio empieza a buscar información sobre el precio de una página web, lo habitual es encontrarse con cifras muy diferentes. Algunas empresas prometen webs por menos de 300 euros, mientras que otras hablan de presupuestos que superan los 2.000. Baremando sobre un mismo tipo de proyecto web, una diferencia así desconcierta, y puede hacer pensar que alguien está inflando precios. La realidad es que una web no es solo una plantilla con tu logo y tus colores corporativos, sino una herramienta que, bien construida, puede marcar la diferencia entre captar clientes o continuar siendo invisible en Internet.

El objetivo de este artículo es ofrecerte una visión clara y concisa de los factores que influyen en el coste de una web, explicar qué se incluye en un proyecto serio y ayudar a que tengas una referencia realista para decidir cuánto invertir.

Qué influye en el precio de una web

Primer párrafo, primera contestación a la gallega: depende. Pues sí, es tópico, pero es así. Siento decepcionarte. A pesar de que los/as profesionales que nos dedicamos a esto busquemos estandarizar o paquetizar ciertos servicios para poder organizarnos mejor y ser más eficientes, aquí no hay respuestas únicas ni verdades universales. En cualquier caso, voy a intentar explicarte por qué, que en el fondo no es tan rebuscado. El precio de una web profesional depende de la conjunción de varios elementos. ¿Por qué? Porque existen factores diferenciales muy importantes entre proyectos. Uno de los más importantes es el alcance. No puede costar lo mismo una web corporativa con cuatro secciones básicas que un comercio electrónico gigantesco, con un extenso catálogo de productos, diversas pasarelas de pago, opciones de envío, facturación, etc. Este, quizá, es el concepto que aporta más claridad a la hora de hacer una primera diferenciación de un proyecto y así poder estimar un precio. De la misma manera, es la mejor manera de hacerte entender tanto por qué no puede haber una estandarización de precios tan sencilla como por qué cada proyecto requiere una valoración única y especializada.

Otro aspecto clave es el contenido. Si el negocio aporta textos claros y fotografías propias, el trabajo de desarrollo se puede centrar en la parte técnica y visual. En cambio, si hay que redactar desde cero, buscar imágenes de calidad que se adapten a lo que el negocio o el cliente/a necesita, o ajustar el mensaje —todo ello sin contar con subcontrataciones de otros/as profesionales que cubran estos campos— la inversión crece, haciendo también crecer el valor de la web final.

También influyen mucho el diseño y el nivel de personalización. No es lo mismo una web sencilla con una estructura clara, tipografías bien elegidas y un buen equilibrio de espacios que otra repleta de animaciones y funciones adicionales, creadas expresamente para la ocasión. No tiene el mismo valor una landing-page simple que concluye con un formulario, sin efectos ni funcionalidades complejas más allá de lo visible, que una web de muchas páginas, con multitud de secciones, funcionalidades específicas, código expresamente programado para ciertas secciones, plugins que requieren configuraciones complejas… No es cuestión de adornos o florituras superficiales, sino de crear un sitio web usable, rápido, bien hecho y adaptado a lo que el negocio o el cliente/a necesitan.

Por supuesto, hay que valorar siempre las funcionalidades concretas o las necesidades específicas. Aquí la lista de factores se multiplica de manera exponencial: webs con estructura de varios idiomas, vinculaciones con herramientas externas (e-mail marketing, automatizaciones), sistemas de reservas o de bolsas de empleo, foros, estructuras de red social, etc., requieren desarrollos que implican una complejidad infinitamente mayor que la que necesita una web corporativa básica. Asimismo, importante también es tener en cuenta la urgencia que el cliente/a necesite. Los/as profesionales que trabajamos por nuestra cuenta solemos manejar calendarios más o menos ajustados en función de nuestra carga de trabajo, por lo que si un cliente/a solicita que su proyecto tenga que entregarse antes de tal fecha o con una urgencia determinada, la consecuencia es un incremento de los costes para poder compensar la situación que se genera.

Gastos recurrentes a tener en cuenta

Más allá del coste inicial del proyecto, existen gastos fijos que toda empresa debe contemplar a la hora de acometer un proyecto web. El dominio, que es la dirección de tu web —la dirección de tu casa—, puede rondar entre los 10 y los 20 euros al año por norma general. El alojamiento web —la casa— es otro gasto fundamental, gasto sobre el que, por cierto, conviene no escatimar. Un hosting de calidad supone una cuota anual más alta que un servicio más básico, pero la realidad es que marca la diferencia en velocidad, seguridad y soporte. Es imprescindible tener esto en cuenta, porque te puedo asegurar que te ahorrará quebraderos de cabeza futuros en forma de rendimiento, optimización, caídas, seguridad, protección, asistencia…

En el caso de WordPress, que es la herramienta en la que yo estoy especializado y con la que llevo a cabo ahora mismo mi labor profesional (aquí te explico por qué la uso), existen además multitud de extensiones de pago dedicadas a resolver necesidades específicas. Desde copias de seguridad automatizadas, hasta formularios avanzados, pasando por sistemas de seguridad de todo tipo, optimización, o incluso funcionalidades muy concretas. No siempre son imprescindibles —yo mismo, como desarrollador, procuro siempre utilizar las herramientas gratuitas que la situación me permita— pero en muchos casos conviene reservar una pequeña partida, o al menos tener esa previsión, para contar con ellas si llega a ser necesario.

Finalmente, no podemos olvidarnos del mantenimiento. Las webs hechas en WordPress —o en cualquier otro gestor de contenidos— no son entes estáticos. El código y sus funcionalidades se actualizan con cierta frecuencia, y lo mismo ocurre con sus plugins y complementos, con el objetivo de adaptarse al desarrollo y la innovación de funcionalidades, seguridad o requerimientos diversos. Ignorar todas estas actualizaciones va a generar fallos, vulnerabilidades y brechas de seguridad, pudiendo dejar tu web expuesta a ataques, hackeos y problemas de todo tipo que te aseguro que no vas a querer tener. Contar con un plan de mantenimiento mensual te garantiza copias de seguridad, revisiones periódicas y una web estable. Es tu seguro de vida, porque dispondrás de un/a profesional con plena disposición técnica para cuidar de que tu web funcione a la perfección mientras tú te dedicas a hacer tu trabajo.

Por qué lo barato suele salir caro

No te engañes: las ofertas muy económicas suelen basarse en instalar una plantilla genérica y rellenarla con tus datos, cambiar colores, tipografías… y poco más. Esto te puede parecer suficiente al principio si lo único que contemplas es el precio, pero a medio plazo van a aparecer problemas: formularios que no envían correos, webs lentas que hacen perder clientes, diseños que se rompen al intentar actualizarlos, webs ancladas a modelos de desarrollo que no tienen soporte pasado un tiempo, funcionalidades incorporadas que no necesitas y que perjudican el rendimiento de la web…

El riesgo añadido de estas soluciones es la falta de personalización. Si tu web transmite la misma imagen que cientos de webs iguales, ¿cómo quieres que aporte valor, o que genere confianza? Por no decir que, cuando quieras añadir una función nueva o corregir un error, el coste de arreglarlo, por lo general, va a superar con creces lo que te habías ahorrado al elegir lo barato.

Cómo decidir tu presupuesto

La mejor manera de fijar un presupuesto es pensar primero en el objetivo de tu web. No es lo mismo un sitio pensado únicamente para mostrar información básica de contacto que una web diseñada para captar clientes/as potenciales o vender productos. Es a partir de ese objetivo cuando se define la estructura y las funciones necesarias.

A pesar de que no me gusta ofrecer precios en mi web, ten en cuenta que una referencia realista para una pyme puede ser invertir entre 900 y 1.500 euros en una web corporativa sencilla y entre 1.800 y 3.500 euros en un comercio electrónico de tamaño pequeño-mediano. Son baremos muy genéricos, porque como dije antes, cada proyecto es distinto y hay que valorarlo siempre de manera específica, pero te pueden dar una idea de por dónde pueden ir los tiros. Estas cifras no son capricho: reflejan el tiempo de análisis, diseño, desarrollo, pruebas y puesta a punto que requiere un trabajo de calidad.

Conclusión

Invertir en una web profesional no es sinónimo de gastar sin medida. Significa entender que tu web es una herramienta de negocio —posiblemente, la más importante de cara tanto a captar como a generar—, y que, si se planifica bien y se mantiene al día, puede conseguirte clientes/as, generar confianza y producir valor.

Si aún no lo has hecho y estás valorando dar el paso, y quieres una web clara, rápida, que refleje tu personalidad y la de tu negocio y que se adapte a tus objetivos, puedo ayudarte a definir un presupuesto ajustado y a trabajar con una base sólida que no te dé problemas en el futuro.

Escríbeme y te preparo una propuesta honesta para tu proyecto:

📸 Imagen: Edward Howell en Unsplash

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